martes, 9 de marzo de 2010



Mi pequeño, gran gran mundo.

Todos hablan. Todos se divierten. Se respira esa atmósfera de reencuentro. Y yo, estoy más allá de ellos. No es que me sienta superior, ni que sea tan distinto. Pero estoy mas allá. Mucho mas allá, estoy lejos, en mi mundo. Un mundo que definitivamente no es el suyo. Mi mundo, al cual entran solo quienes yo quiero. Aquellas personas a quienes permití el ingreso con el tiempo, y aquellas que de repente aparecieron, se infiltraron. Y esas son las más valiosas. Personas que no se como, pero son mi vida.

Mi infancia.

Desde chico fui de aislarme. Nunca fui de esos que jugaban con los niños del barrio, gritaban y eran escandalosos. Siempre fui de los callados. De esos chicos a los que la gente pregunta su nombre a la madre, como si uno fuera tan callado que no iba a saber responder. De esos que se sentaban atrás de todo en el aula, y al que los compañeros cargaban. Era el último elegido en cada clase de gimnasia. Aquel que si bien era buen alumno, nunca levantaba la mano para responder. Yo era ese chico al que nunca contaban para invitar a algún lado, y que nadie recordaba más que como "el chico callado del fondo". Era aquel que no tenía amigos. Ese era yo. Pero un día lo conocí a el.

Mis amigos.

El, mi confidente, mi mejor amigo. La persona que de cierta forma me "revivió". Lo se. Suena tan cursi, odio las demostraciones de afecto, me hacen parecer afeminado (cosa que no soy). Pero fue el quien hizo que de cierta forma saliera al menos un poco a la luz. Hizo que me integre. Que pierda la vergüenza para muchas cosas. Tal vez no sea la mejor persona del mundo (tiene miles de defectos), pero si una muy buena. Se que no ha tomado las mejores decisiones en su vida, pero siempre pudo remediar sus errores. Es de esas personas a las que todos quieren, pero pocos conocen. Yo lo conozco, y lo quiero. No es mucho más agraciado que yo (tengo lo mio), pero al lado de el, soy invisible... carisma, eso es lo que tiene. Tiene y mucha.

El tiene amigos, ahora lo son míos también, o al menos eso creo. Si, también son mis amigos. Ellos son... especiales. Desaparecen del mundo a veces y vuelven como si hubieran pasado minutos. Vuelven y te saludan con un abrazo. Y todo es como el día anterior. Son buenos, pero un poco inmaduros para mi gusto, un poco irresponsables. Viven el día a día, ellos entran y salen de mi universo, pero siempre los tengo presentes.

Por otro lado están ellas, mis amigas. Son... ¿como explicarlo? Coloridas, así son. Están siempre alegres y riendo. Sus problemas más graves son que dijo aquel de aquella. Que le escribió en la computadora o si le mandó o no un mensaje. Si vieron a ese chico en el boliche, o no. Con ellas se la pasa bien, y de vez en cuando logramos tener una conversación seria. Son lindas; aunque tengan otras personas con quien estar, me acompañan cuando estoy solo. Eso me hace infinitamente feliz.

El amor.

Tengo también una especie de novia ocasional, una persona a la que veo de vez en cuando. Cuando estamos juntos parecemos enamorados. El resto del tiempo, nos olvidamos de nuestra existencia mutuamente. La aprecio, pero nunca podríamos tener nada serio; nos parecemos demasiado.

Solía tener un amor. Pero era uno silencioso. Muchas personas lo sabían, pero aun así, era silencioso. No hablábamos de eso, ya que no sentía lo mismo. Eso decía. Pero siempre supe que en el fondo le pasaba algo. Pero no lo mismo que a mi. Un día me lo dijo. Estuvimos juntos. Solo un día, en que creí que todo era perfecto. Al otro día, se fue. No se como, pero poco a poco, me recuperé de ese golpe en mi vida; y la olvide. Aun la recuerdo con mucho cariño.

La separación.

Muchas de esas personas se fueron de mi vida. Las pocas que conformaban mi mundo. Algunas se fueron, algunas las eché. Lo hice sin darme cuenta. Lo hice por egoísmo, por no valorar lo que tenía. Lo hice por olvidar que al niño que no tenía nada. Nada más que su madre ausente y un padre alcohólico. Simplemente me di vuelta, me desligué. Y no estuve cuando me necesitaron, pero claro, mi vida era más importante en ese momento. O al menos eso creía.

La reflexión.

Soledad. Desolación. Cuando se van esas personas que aparentan ser lo que no son, ahí se siente el vacio. Cuando ya no hay nadie a quien impresionar, es cuando se siente la necesidad. La necesidad insoportable de una persona real. Alguien de verdad, que realmente te entienda. Alguien que no solo te quiera sino que te respete y te conosca. Simplemente de repente lo noté, y me pregunté: ¿a donde fueron esas personas? Y me puse a pensar... ¿cuando fue la última vez que los vi? esa llamada que me pidieron que por favor conteste ¿lo hice? No lo sabía, me había ausentado tanto tiempo que no podía recordarlo. Y la necesidad, se volvió insoportable.

Vuelta a casa.

Los llamé, visité a cada uno de ellos. Los escuché sin decir una palabra; no me justifiqué. Eso hubiera sido egoísta, no quería que crean algo mejor de mi, eso me haría sentir aun más culpable. Quería que aprendan a quererme, de nuevo. Nunca me gustaron las disculpas, por lo que no me disculpé. Pero ellos lo sabían, que lo lamentaba, y se los demostré. Lo logré. Los recuperé, cada persona importante para mi. Sin embargo, nunca podré dejar de lamentarlo. Fui un imbecil.

El futuro.

En mi mundo, no existe el resto de las personas. Existo yo, y existen ellos. Sólo quienes yo quiero. Pero ¿acaso el tiempo existe? ¿es siquiera real? Yo no quiero eso, al menos, no por ahora. Futuro... futuro. No se que pasará pero tampoco creo que importe. ¿Seguiré xistiendo? ¿Desapareceré? Tal vez simplemente me apague. De repente. Sin previo aviso. Deje de existir. Pero mi mundo, ellos; ustedes, siempre me acompañará.

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