sábado, 9 de julio de 2011


Son cada vez más los atardeceres que se cruzan en mi camino. Siempre en el mismo lugar, naranjas, quietos. El tren que pasa y parece querer atravesar el sol. ¿Será que algún día se cruzarán ambos en el horizonte? o quizá, sean mis ojos los que quieren jugar un rato. Eso, o el simple hecho de que mis pies siempre se dirigen hacia ese punto exacto, en esos días, en esas horas. No sé, realmente, si es casual o buscado. No sé tampoco si todos ven su belleza. Son pocos quienes dan vuelta la cabeza para verlos. Menos aún los que se detienen a observarlo con detenimiento. En cambio para mi... de cierta forma me transporta hacia algún lugar extraño. El mundo se detiene un momento. Sí, es sólo cuestión de intentarlo. Encontrarse cara a cara con el sol, redondo, brillante, perfecto. De colores clásicos y otros tantos inesperados. Encontrarse con ese sol que ciega, y mirarlo hasta no ver nada a su alrededor. Es un fenómeno digno de ver. Pensé un poco en eso los últimos días, eso y algunas cosas más. De hecho, el viernes que ha pasado ocurrió algo un tanto extraño. Claro, extraño para mí, cualquier otra persona que se encontrara cerca mío sólo habría visto una muchacha de pelo largo mirando hacia el cielo. Pero fue mucho más que eso. Ahí, en la parada del colectivo, sola, me sentí un poco más grande. Como si me expandiera. Miré para arriba y la noche me pareció algo... casi sobrenatural. Me atrevo a decir que por primera vez comprendí la maravilla de la noche. Su aire, su quietud, incluso su olor. Y mirando al cielo me descubrí como parte de ella. Mi cuerpo ya no era tanto mío, sino un poco más una parte del todo. De la calle, de la noche, y de la luna, alto sobre mi cabeza.

Tomando el rumbo hacia otras reflexiones, hay otras cosas en las que mis pensamientos se posaron. Por ejemplo, en la belleza. Noté que muchos creen que el amor, o la admiración, debe ir de la mano de la atracción física. Gente que se enorgullece de mostrar las cualidades físicas de artistas o figuras a las que admira, simplemente como si fuera... una obligación. ¡Sí, la belleza es elemental! ¡No puedo amarlo sin alagar su belleza, hablar de su hermosura! No creo que sea así para nada. Aprendí, hace un tiempo ya, que las verdaderas muestras de amor van mucho más allá de lo físico. No es menos la inteligencia que la belleza, ni el arte menos que una cara bonita (pues claro, ya puedo sentir a Oscar Wilde revolcándose en su tumba).

Pensé mucho en mí. ¿Me acepto? ¿Será que hoy, a los quince cortos y largos años, puedo decir que me acepto? No lo sé, siempre creí que sí. Tal vez estoy equivocada al plantear así la pregunta. Creo que lo que pongo en duda no es mi aceptación, sino mi conformidad. Todavía no descubro si me alcanza lo que soy. Y claro, otra vez, hablo físicamente. Por dentro, en mi mente, me acepto total y completamente. Ojo, no estoy diciendo que me guste en su totalidad mi "yo", si no que es un lugar infinito, de donde todavía no conozco ni la mitad de sus rincones. Pero, retomando al tema físico, mi cabeza siempre se debate entre el sí y el no. De todos modos, como alguien dijo una vez, "esto es lo que tenés. Queda en vos ver que hacés con eso."

Otra cosa, no sé porqué la escribo con tanta tranquilidad. Por ahí todavía no lo creo demasiado. Sí, Lucía, no estás soñando. Wake up, dog! Claro, ¿de qué más podría hablar? Sí señores, SYSTEM OF A DOWN EN ARGENTINA. De todos modos, no vamos a saltar de la alegría porque eso significa sacrificar la entrada a Roger Waters. ¿A qué rata cruel se les ocurre sacarlas a la venta el mismo día? Sin embargo, no se puede negar que es mi banda favorita desde los nueve años. Sí, nueve. Que esperé su regreso cada puto día de mi existencia, y que muero por verlos, así, Serj de pelo corto y Daron más largo, así, con panza y un poquito más viejos. Así, como siempre, muriendo por Shavo y al ritmo de la batería Dolmayanera (?) Lo pienso y me dan ganas de llorar, lo juro. Lágrimas muchas, lágrimas lindas. No more, no me quiero ilusionar.

Estoy escuchando a los Red Hot, hace mucho que no escuchaba. La música a veces me trae recuerdos y ni siquiera sé de qué. Hablando de recuerdos, me dieron ganas de escuchar De frente al mar. La voy a buscar en Iutú (véase, Youtube. ¿Notaron que nadie lo pronuncia bien? Es decir, iu tu bi. Ni siquiera yo) Ups, tardé tanto en escribir eso que empezó a sonar Californication, no puedo cambiarlo. Ya pasaron como seis minutos, así que finalmente estoy escuchando lo que quería. Recuerdos, recuerdos, recuerdos, recuerdos. Y para seguir con la racha está sonando Somewhere over the rainbow, de la mano de Israel Kamakawiwo'Ole. La inmensidad de ese hombre es increíble, y no hablo de ese cuerpo enorme, hablo de lo dulce de su voz, de sus manos tocando su tan característico instrumento, su aspecto de algún Dios lejano. Me pone la piel de gallina.

Ya son las 02:28 del domingo 10 de julio. Colgué un rato con la entrada. A todo esto, tengo dos comentarios más. El primero, que rica la barrita FelFort, y cada día me convenzo más de que el mundo con chocolate es un mundo mejor. Segundo, hacer pichín con Federico Luppi mirándote desde la tapa de una revista es bastante intimidante.

Adió.

Volveré y seré millones.

1 comentario:

Opiniones, cerezas y champignones.