lunes, 2 de abril de 2012


Hace días y días que entro a este espacio con intenciones de escribir, y desisto al primer intento. ¿Será que tengo menos concentración que un choclo? Probablemente. Hay una cosa que noté hace mucho, mucho rato, y no sé si ya publiqué. Para ir al centro de la ciudad, voy casi siempre por el mismo camino. Y hay una calle en particular, o mejor dicho una esquina, donde nunca me agarra el semáforo. Pasé por ahí a todas horas, desde las nueve hasta las diez o la hora que fuere, y sin embargo siempre, siempre, el semáforo está en rojo. Por un lado es perturbador, y por otro se siente como una alineación de los planetas confabulando para mi comodidad (o algo por el estilo). Vuelve a sonar Un pacto para vivir, y me da la sensación de que siempre escucho lo mismo. Hoy tenía un dolor de cuello tan fuerte que casi lloro. A todo esto, me pongo a ver cuestión de peso (en mi pasado oscuro, he de confesar que era muy fanática). Había un paciente que, si no me equivoco, se llamaba Juan Pedro, nombre que me encanta. Acababa de perder su puesto en el programa y tenía 22 años. Era un nene, un nene, y me puse a llorar porque... está mal, tendría que estar disfrutando de la vida, sano, no ahí. Y el combo de la casa sola, el día feriado, el dolor de cuello y el programa sobre salud era algo entre muy deprimente y muy bizarro. Sobre todo bizarro. Hambre de perro fiero, oliendo tu dulzura, y cuando está caliente muerde la yugular. En cinco días es el recital de Charly, ¡aaaaaah! Eso. Ahora suena The Cure. Fred Astaire es sumamente agradable. Fue mi fondo de pantalla el último tiempo. Por otro lado, la impresora Epson resultó la peor inversión en siglos. Larga, larga vida a Hp. Amo este momento en la noche (en vacaciones sería más o menos a las dos de la mañana) en que se apagan los dibujitos animados y las luces y hay por fin un poco de silencio que me deje escuchar Sam Cooke en paz. El silencio es realmente algo que nunca tiene el reconocimiento suficiente. Yo lo defiendo fervientemente. El frío vino de manera fugaz, y así como llegó, se marchó. Fue como un día de otoño que quiso ser invierno. No más. El videoclip de Madre hay una sola me recuerda mucho a mi infancia (suena absurdo, estoy prácticamente en mi infancia). Me encanta, me da ese nosequé. ¿Tristeza? El actor de Whatever Works, el que enamora a la jovencita, no recuerdo el nombre, es uno de los tipos más lindos del mundo. Me gustó mucho esa película, quiero ver una de Woody, la pucha.

Chau.

1 comentario:

  1. Remember, remember the Fifth of November.
    The Gunpowder Treason and Plot.
    I know of no reason,
    why Gunpowder Treason
    should ever-be-forgot.

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Opiniones, cerezas y champignones.