sábado, 10 de marzo de 2012


Después de dormir unas tres horas, me desperté para llevar a Panchito a la veterinaria (si eso no es amor, no sé que lo sea). Volví y, como dios manda, me acosté de nuevo. Ahí es cuando empezó un sueño de lo más raro. Yo viajaba hacia algún lugar de la ciudad que me era completamente desconocido, y cuando bajaba del tren estaba en una especie de King Cross, andén 9 y 3/4. Empezaba a caminar y en una esquina veía a Fran López y Federico Reggiani, él dibujando y Reggiani mirando hacia la calle. Lo reconocía y le decía que me gustaban sus guiones. Ahí hay un vórtice temporal en el sueño y lo siguiente que recuerdo es que me despido de mis acompañantes (no sé quiénes eran, pero tal vez amigos míos) perturbada por algún motivo, y tomo el tren de regreso. Cuando bajo en la estación que corresponde, encuentro que el andén es una especie de picadora de carne (¿o tal vez un gran detector de metales?) al mejor estilo Pink Floyd. ¿Qué carajo hago? ¿Para dónde voy? En el borde de la desesperación, me doy cuenta de que ya estoy dentro de la picadora de carne, y lo único que veo son las cuchillas adelante mío. El sueño se termina.

Ahora suena La Vela Puerca, como me gusta. Terminé Crónicas del Ángel Gris, qué buen libro, la gran puta. Ahora empecé Madame Bobary. Hoy es el cumpleaños de Chuck, oh, glorioso Chuck. Y también de Pappo, un grande de aquellos, grande grande. Se fugó la maldad. Tengo que hacer un budín de pan, y no me gusta para nada el budín de pan, cosa que hace que se incremente mi nivel de paja. Y ya que la nombro... lo admito, la paja gobierna mi vida. Tengo tanta paja que

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Opiniones, cerezas y champignones.